“Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”; a una semana del Domingo de Ramos.
Gustavo Rodríguez Vega, Arzobispo de Yucatán
Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este quinto domingo de Cuaresma, a una semana del Domingo de Ramos.
No esperemos a la Semana Santa, sino que, aprovechemos esta recta final de la Cuaresma para realizar las prácticas propias de este tiempo: ayuno, limosna y oración; sin olvidar una buena confesión, si no la han hecho ya; tal vez un viacrucis, todo ello con buena intención. El Espíritu Santo les puede inspirar cosas bellas y muy provechosas.
Dice hoy el profeta Jeremías en la primera lectura: “Se acerca el tiempo, dice el Señor, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva” (Jer 31, 31). Claro que él anunciaba la alianza realizada en Cristo, y ya no hay otra nueva. Podemos celebrar nuestra Pascua, nuestra Alianza nueva y eterna, con la novedad de un corazón renovado.
Dice también Jeremías: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jer 31, 33). Cómo duele cuando se rompe una alianza de amistad, más la de un noviazgo y mucho más la alianza matrimonial. Como seres humanos tenemos sed de una alianza de amor eterno, que nada ni nadie lo pueda romper. Esa sed de alianza eterna de amor, nos viene por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios nuestro Creador.
Claro que hay amistades que perduran hasta la muerte y más allá; y que hay noviazgos que llegan felices al matrimonio y perseveran en él hasta que la muerte los separe; mas sólo Dios puede saciar esa sed ofreciéndonos una fidelidad eterna en el amor. Aunque nosotros fallemos mil veces, si mil veces nos arrepentimos con sinceridad, Él siempre nos volverá a abrazar. Por eso dice: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jer 31, 33).
También promete el Señor: “todos me van a conocer” (Jer 31, 34). Si no conoces al Señor será porque no le has dado oportunidad de entrar en tu vida. Él te conoce mejor de lo que tú mismo te conoces y te da la oportunidad de que lo conozcas más y más, pero eso supone relación intensa en el amor. Si las personas que se aman dejan de convivir y dejan de comunicarse se van desconociendo mutuamente, por eso el diálogo diario y continuo en la vida matrimonial es de vital importancia. No presumamos de conocernos, porque si perdemos la comunicación, se pierde el conocimiento y se apaga el amor. La relación con Dios también hay que fortalecerla con la oración, la vida sacramental y la lectura de la Palabra de Dios, sin descuidar las obras de caridad.
La segunda lectura es de un pasaje de la Carta a los Hebreos. Allí dice que Jesús fue escuchado por su piedad. Alguien podría pensar que Jesús no fue escuchado por el Padre, porque a pesar de su oración en el huerto de Getsemaní, de todos modos, murió en la cruz. Sin embargo, Jesús sí fue escuchado porque fue fortalecido, y con esa energía pudo aprender a obedecer padeciendo, llegando así a su perfección. Al encarnarse, tuvo la experiencia de aprender la obediencia, aún pasando por el sufrimiento. Como Hijo de Dios, su obediencia es algo esencial, algo natural y eterno. Como hombre, tuvo que aprenderla por todas las experiencias que fue viviendo, y la más dura de ellas, por supuesto, fue la cruz.
Todos tenemos alguien a quien obedecer y casi todos tenemos alguien a quien mandar, pero es bien sabido que, quien no sabe obedecer, no sabe mandar. Es mejor obedecer que mandar, porque al mandar adquirimos una fuerte responsabilidad con alguien más, y seguramente una responsabilidad ante Dios. Para obedecer se necesita humildad, y si somos creyentes, sabremos que, al obedecer a cualquier autoridad, obedecemos a…
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