En la Foto, un servidor al centro, y de izq a der Alfredo Dajer, Raúl Godoy, Jose Williams y Carlos Pasos.
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Por Marco A. Cortez Navarrete
En escasos días la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) cumplirá 100 años de fundación, recordando que fue un 25 de febrero de 1922 cuando el entonces gobernador del estado, Felipe Santiago Carrillo Puerto, con el apoyo del secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, decidió crear la Universidad Nacional del Sureste, institución pública estatal de educación media superior y superior.
Desde entonces y a la fecha esta casa de estudios ha registrado diversas etapas que, de alguna u otra manera, han sido fundamentales para los procesos de ingreso, formación, egreso y ejercicio profesionales de miles y miles de yucatecos así como de otras entidades del país e incluso del extranjero. Después de un lapso de poco más de una década el nombre de la institución cambió para convertirse en Universidad de Yucatán y el 1 de septiembre de 1984 se oficializó la Autonomía de Derecho pasando a ser UADY, la misma que todos conocemos actualmente.
Recordemos de manera breve que las primeras escuelas de la universidad fueron de Jurisprudencia, Medicina e Ingeniería así como el Instituto Literario o Preparatoria y las escuelas Normal Mixta, de Música y de Bellas Artes. Pecaríamos si dejáramos de mencionar al Rector Primero, Eduardo Urzaiz Rodríguez, quien al hacerse cargo de este centro educativo lo hizo con una matrícula de apenas mil 737 estudiantes.
Cien años después, la UADY está consolidada por medio de Campus por Áreas del Conocimiento, es decir, facultades afines se integraron para concretar enormes complejos donde, además de optimizar infraestructura y recursos, la educación se volvió transversal, horizontal e interdisciplinaria. Es así como se crearon los Campus en Ciencias Sociales, Económico Administrativas y Humanidades; Ciencias Exactas e Ingenierías; Ciencias de la Salud; Ciencias Biológicas y Agropecuarias, y Arquitectura, Hábitat, Arte y Diseño, agrupando en general a más de 26 mil estudiantes en sus programas educativos, incluyendo desde luego a los los estudiantes de nivel medio superior, superior y posgrado.
Según las cifras oficiales, el 96.89 por ciento de la matrícula cursa en programas de calidad, es decir, con los más altos rangos de reconocimiento nacional. Pero, ¿qué valor y significado tiene la UADY para la sociedad contemporánea?. Sin duda, después de un siglo los métodos de formación así como el desarrollo de la ciencia y la tecnología han evolucionado de manera vertiginosa. Cada día que pasa la sociedad y especialmente los adolescentes y jóvenes adquieren conocimientos con el uso de las tecnologías de información y comunicación, situación que obliga también a los académicos a ir a la par, no tan solo en conocimiento sino en manejo de estas herramientas que se han convertido en estratégicas para la educación, sin dejar de la lado, claro está, la presencia y labor humana de quienes están en un salón de clases dedicados a la enseñanza.
De esos 100 años a un servidor le tocó vivir 37 entre los muros y paredes de nuestra Alma Mater. Los primeros 5, debo precisar, lo hice de manera meritoria, es decir, sin percibir un solo peso. Fue en 1983 cuando el ex-rector Álvaro Jacinto Mimenza Cuevas profesionalizó a decenas de personas que como yo acudíamos por “amor al arte” y además creó reglamentos en escuelas y facultades, cosa que no existía o ya eran obsoletos, y sobre todo, fue artífice de la Ley Orgánica y del Estatuto General estableciendo el orden que se necesitaba y sobresalió el hecho de que el rector ya no podría estar más de 8 años al frente de la universidad, cosa que hasta antes de la Autonomía de Derecho no existía ya que un rector podía estar un día, una semana, 4, 8, 12 y/o hasta 16 años en el poder, y no pasaba nada; la cultura e historia en aquel entonces era distinta.
Después de trabajar con el ingeniero Mimenza, a quien estoy muy agradecido por tenderme la mano y confiar en mí, me tocó trabajar con el contador público Carlos Manuel Pasos Novelo, un caballero y todo un profesional, fiel a su formación. No faltaba, pero no había de más. Los sindicatos, en aquellas épocas, recuerdo peleaban disputaban los aumentos salariales pero don Carlos enfrentaba estoico y con educación los justos reclamos. La federación en ese entonces otorgaba determinados recursos y de ahí no se movía dejando a las instituciones negociar con sus académicos y trabajadores administrativos y manuales. Yo, en aquella época, me acostumbré a asistir casi todos los años a la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, instancia donde se dirimían las diferencias y se llegaban a los acuerdos.
Don Carlos, como le digo hasta hoy, basó su gestión en el legado de su antecesor, navegó haciendo alarde del manejo de las finanzas y fue después cuando llegó a la rectoría un doctor en medicina veterinaria y zootecnia que imprimió un acelerado desarrollo de los programas de licenciatura y de posgrado y fue el impulsor del proyecto para crear los campus, recuerdo muy bien con el apoyo y asesoría de un doctor en física, ex-subsecretario de Educación Superior e Investigación Científica, Julio Rubio Oca, el tío Julio, para sus cuates. El rector, Raúl Humberto Godoy Montañez, utilizando la estabilidad normativa heredada de Mimenza y la estabilidad financiera de Pasos, se dedicó a fomentar y desarrollar programas educativos enfatizando la calidad. Hasta hoy, y parece fue ayer, recuerdo cuando se colocó la primera piedra de lo que sería la nueva Facultad de Ciencias Antropológicas, es decir, el primer plantel del primer campus. Acoto que hasta antes de esto, las facultades estaban diseminadas por todo Mérida, eran islas, había poca o nula comunicación entre las comunidades de los planteles.
Asimismo, recuerdo perfectamente que para consolidar los campus y la interacción humana, el doctor Godoy fijó como anclas a las bibliotecas de los campus, sitios a los que obviamente confluyen académicos y estudiantes de las diversas licenciaturas que integran cada campus. Este modelo, exactamente, utilizó el doctor Godoy para la creación del Parque Científico y Tecnológico de Yucatán que, al parecer, está en el olvido sin tomar en cuenta su enorme potencial al tener reunidas a más de una decena de instituciones educativas y centros de investigaciones. Es una verdadera lástima, pero así es la política; sino pregúntele a ya saben quién.
Y al concluir el doctor Godoy su rectorado llegó para estar al frente de la institución un rector suigéneris, Alfredo F.J. Dájer Abimerhi, quien capitalizó todos y cada uno de los legados a partir de la Autonomía Universitaria. Sin duda, una persona inteligente, con una enorme sencillez pero sobre todo analítica, observadora, disciplinada, estricta y con un lenguaje directo y con sus proyectos y objetivos bien trazados y definidos.
Además de respetar las leyes y normas universitarias heredadas de Mimenza Cuevas, la disciplina financiera de Carlos Pasos, el desarrollo académico de Godoy Montañez, Alfredo Dájer fue mucho más allá al continuar la labor de integración de los campus y hacer que la UADY cruce fronteras y océanos al grado de diseñar varios programas de posgrado con notoria presencia de académicos y científicos europeos, asiáticos, de centro, sudamérica y desde luego de EEUU y de Canadá. Con Alfredo Dájer la UADY se potenció y además de su internacionalización el rector miró al sur profundo de Mérida donde cientos de jóvenes no tenían un mañana y materializó la Unidad Académica con Interacción Comunitaria, un bachillerato único en su tipo que daba la oportunidad a los jóvenes que de otra manera terminarían atrapados por la delincuencia o la drogadicción.
Hoy un alto porcentaje de esos jóvenes aún marginados por la sociedad, ingresan a programas de licenciatura y ¿que creen? concluyen sus estudios con los mejores promedios de aprovechamiento e incluso siguen su formación en posgrados locales, nacionales y del extranjero. Y que decir del programa Hoy en Tu Comunidad, donde brigadas de estudiantes de todas las licenciaturas viajaban cada sábado a una localidad del interior del estado a prestar sus servicios de manera desinteresada. Estudiantes de Medicina, Enfermería, Odontología, Ingeniería, Arquitectura, Antropología, y en fin de todas las áreas no tan solo ayudaban y orientaban sino que aprendían donde mejor lo podían hacer: en el campo de la realidad.
Es así como concluyó la gestión de Alfredo y llegó otro veterinario, el tercero en línea, José de Jesús Williams, a quien conocí como secretario académico de la facultad pero lo recuerdo más allá, cuando jugaba básquetbol en la cancha del edificio central, lo que hoy es Centro Cultural, vistiendo una franela que no era de la UADY pero, no importa, era buen jugador, y en aquella época hasta parecía importado de la NBA. José, desde que tomó posesión de la rectoría enfrentó problemas, en este caso de tipo laboral, una huelga de varios días que, siento, impactó en su gestión. Al rector Williams, que este fin de año entrega la batuta, le tocó enfrentar la peor pandemia de los últimos 100 años, los mismos que cumple la UADY, hablo del COVID-19.
Prácticamente dos de sus ocho años el doctor Williams gobernó de manera virtual lo cual, en definitivo, no es lo mismo, aunque resulta útil de cualquier manera. Eventos como las ferias Internacional de Lectura y de la Salud se paralizaron, así como infinidad de otras actividades como los programas de movilidad de estudiantes locales al extranjero y viceversa. Sin embargo, Williams creó la Universidad de los Adultos, programa que le da oportunidad a las personas de retomar sus estudios o de lograr lo que antes no podían por razones laborales o familiares. El rector, apoyado un excelente equipo integrado, entre otros, por Manuel Escoffié, Carlos Estrada y Renán Solís, continúa firme al frente del timón luchando para que la historia, la calidad y el prestigio de 100 años no encalle o se vaya a la deriva.
¿Y el futuro?….Bueno, el futuro de la UADY espero, sea de muchos años más de éxitos y desarrollo. Un servidor y tal vez muchos de los que leen esto ya no veremos la celebración de los 200 años, pero tengo Fé de que habrá gente que siga trabajando un mejor mañana, por una mejor educación y formación de los hijos de Yucatán y de México. Solamente espero que quien ocupe la Rectoría, sea mujer u hombre, se comprometa, ame su responsabilidad y a la universidad, a sus viejos y nuevos edificios, sus aulas, laboratorios, talleres, equipos, pero sobre todo a los seres humanos que transitan en su interior.
¿Mi favorito para el cargo?….mmm…estoy analizándolo, hay por allá dos o tres opciones, según me he enterado, pero de esto, de esto, hablaremos más adelante.