El término “sostenible” es el que ha tenido el dominio más durable desde que fue definido en 1987 con la publicación de “Nuestro Futuro Común”.
“Construyendo”
Por: Raúl Asís Monforte González
La sociedad a veces parece confundida y desorientada ante la amplia terminología que domina la arena pública de la comunicación con conceptos que no acaba de entender, que esto es verde, lo otro es limpio, responsabilidad social corporativa, inversiones socialmente responsables, y muchos otros.
Y es que resulta cierto, que muchas veces estos novedosos términos solamente contribuyen a enriquecer un discurso florido, pero carente de la necesaria sustancia que le permita convertirse en verdaderas acciones auditables por las cuales se pueda exigir y rendir cuentas. Necesitamos adoptar un lenguaje que sea al mismo tiempo tan fácil de comprender, como lo suficientemente interesante para despertar y motivar las necesarias acciones.
En el terreno en el que los negocios y la sociedad se encuentran, el término “sostenible” es el que ha tenido el dominio más durable desde que fue definido en 1987 con la publicación de “Nuestro Futuro Común” también conocido como el “Informe Bruntland”. En los últimos años y de manera especial entre la comunidad inversionista, se ha venido dando un cambio en la semántica prefiriendo el acrónimo “ESG” que significa Environmental Social and Governance, que ha sido el término mejor adoptado por la gente del dinero para distinguir los fondos de inversión que, en teoría, han superado el tamiz de estar implementando algún nivel de sostenibilidad.
En los últimos años, más de un trillón de dólares a fluido hacia los llamados fondos ESG, generando un debate acerca de si estos fondos realmente estarán seleccionando compañías que están haciéndolo mejor que todas las demás. Incluso, la Comisión de Bolsa y Valores, la SEC, del gobierno de los Estados Unidos, ha emitido una advertencia haciendo notar el veloz crecimiento de la demanda, y la cantidad de productos y servicios que claman ser ESG, mientras que prevalece una carencia de definiciones precisas y debidamente normalizadas del término.
¿Cuál es entonces la razón por la que los inversionistas colocan de manera preponderante este tema en las mesas?
Hoy está sumamente clara la naturaleza sistémica del riesgo que el cambio climático representa para la humanidad, ya no es posible seguir ignorando las sequías, inundaciones, incendios y las tormentas que están destruyendo comunidades a niveles récord y están causando la disrupción de las cadenas de suministro globales, con lo cual imponen sobrecostos reales que los negocios se ven obligados a trasladar al usuario final.
Simultáneamente, las compañías están recibiendo una mayor presión por parte de los tenedores de sus acciones.
Encuestas recientes han demostrado que la principal preocupación del selecto grupo de las familias adineradas es el impacto en ESG que están causando sus inversiones, y esta presión parece provenir de los miembros más jóvenes de estas familias.
Finalmente, la mayor razón es la oportunidad económica. El salto hacia una economía limpia se está acelerando, y eso pone en juego mercados cuyo valor es multi trillonario, creando cambios radicales en sectores como energía, transporte, alimentos y agricultura, materiales, y productos de consumo.
Todo esto, ha ocasionado que los intereses de la sociedad y los de los negocios, encuentren un punto común de convivencia: lo sostenible.
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