Por: Raúl Asís Monforte González
Presidente de CMIC Yucatán
Todos los sectores de la economía necesitan encontrar el modo de alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono a más tardar en el año 2050, y la responsabilidad de hacerlo es mayor en los que son causantes de un gran pedazo del pastel de las emisiones actuales. El transporte es uno de esos grandes contribuyentes. Y dentro del sector, podemos distinguir tres grandes niveles: el de los automóviles y vehículos ligeros y medianos de pasajeros; el del autotransporte de carga y las máquinas; y el de los grandes buques y aeronaves.
A pesar de que aún falta un despliegue más amplio de los automóviles eléctricos, el sector parece tener claro que la tecnología que dominará a este nivel, es la de los BEV (Battery Electric Vehicles). Es cierto, falta que se desarrolle una gran red de estaciones de carga, que disminuyan los precios de algunos componentes, especialmente las baterías, que se logren realizar cargas más rápidas, crear o armonizar el marco regulatorio en muchos aspectos, o mejorar la autonomía por cada carga completa, pero todo eso está sucediendo ya a pasos muy veloces y solo es cuestión de tiempo.
Los grandes buques y las aeronaves ven muy difícil y lejano el poder transitar a una fuerza motriz de origen eléctrico, y por eso hoy se enfocan en los biocombustibles, aunque apenas despuntando y apareciendo en las estadísticas.
El nivel de en medio, el de los tractocamiones de compañías fleteras, de las máquinas del sector construcción, de la intralogística, y algunas aplicaciones de maquinaria industrial mediana o ligera, por mucho tiempo habían creido tener en las celdas de combustible que funcionan con hidrógeno, al sustituto ideal para abandonar pronto el diésel y convertirse en un sector libre de emisiones, pero hoy están desviando su atención hacia las baterías.
Ambas opciones utilizan motores eléctricos, la diferencia está en la tecnología que les provee de la electricidad que a su vez aporta la potencia para moverse.
Las baterías más modernas están hechas de litio, otros metales y compuestos que almacenan la electricidad al conectarse mediante cargadores especiales a una red eléctrica, y la aportan de manera dosificada al motor del vehículo cuando esté está en marcha. Al agotarse es necesario cargar de nuevo.
Las celdas de combustible por su lado, son dispositivos que producen la electricidad a partir del uso de químicos como el hidrógeno y el oxígeno, obteniendo como único residuo agua.
En la Unión Europea, a partir de 2025, las flotillas de vehículos comerciales tendrán que reducir sus emisiones de dióxido de carbono en un 15% o se enfrentarán a severas penalizaciones, y en los años siguientes, las metas de reducción se harán aún más estrictas, tanto, que será imposible alcanzarlas aún con la tecnología mas moderna de motores diésel Euro VI.
Entonces, ¿será el hidrógeno o las baterías el sustituto ideal del diésel? Aún no está muy claro, ambos tienen enormes desafíos por salvar, lo que sí es un hecho, es que el diésel no tiene futuro.
Raúl Asís Monforte González.
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